24/7/06

La Princesa y el Vagabundo

Las princesas de los cuentos tienen el pelo rubio y los ojos azules, pasean por palacios y sueñan con un Príncipe Azul. Pero eso sólo pasa en los cuentos.

Yo conozco pocas princesas, creo que alguna sí. Una de las que conozco - de las pocas o mejor dicho, la única - fue capaz de sacar a un vagabundo, que compartía conmigo muchas confidencias, de los lodos que lastraban su alma a la mediocridad para llevarlo a un universo de ilusiones. Pero una oscura bruja maquinó un horrible sortilegio: al conocer a la princesa dotó al vagabundo de ilusión y felicidad pero, como contraprestación, le arrebató el habla y lo sumió en silencio.

Como pasa en todos los cuentos, las historias se mezclan con otros cuentos, en este caso, el del patito feo. El pobre patito no sabía que no era ni feo ni patito, y no fue capaz de admirar su belleza sino cuando creció y el resto de patitos descubrieron lo bello que era. En nuestro caso la princesa piensa que es un patito. Pero lo peor es que el vagabundo, que sabe que la princesa no es patito sino un cisne, no se lo puede decir: se quedó mudo el día que la conoció.

Desde entonces el vagabundo sólo escribe, ya que no tiene voz, y anhela ver algún otro cisne para comprobar si recupera el habla y deshace así el sortilegio que anegó de silencio su existencia. Mientras eso ocurre se pregunta ¿qué mala bruja salida de qué oscuro cuento pudo maquinar tan macabro sortilegio, unir la ilusión a la incomunicación?. El pobre no sabe que es más común de lo que parece.

Y para no sufrir, cada vez que ve a la princesa, el vagabundo intenta convencerse de que se trata de un patito diferente, quizás más bello, quizás precioso, pero patito al fin y al cabo. Porque, de lo contrario, si acaso se atreviera a dejar de convencerse de que su cisne es un patito y mirara a la princesa con ojos de vagabundo, con los ojos del corazón, teme que volvería a nacer la ilusión en su alma... y un silencio mudo y sordo en el corazón, y ese, es mucho más difícil de curar que el de la garganta.

Pero cuando el vagabundo sueña, con los ojos cerrados y la voz callada, no tiene que inventar que la princesa es un patito, la ve cómo quién es, un cisne maravilloso, con toda su graciosa belleza en mitad del lago de su existencia rodeada de patos que no merecen la pena, incluso escucha su propia voz, callada hace tiempo, y, como el sol tras un chaparrón, al vagabundo le crece un arcoiris en el corazón.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

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