19/2/11

La hipótesis fantástica: Los Treinta y Tres

Hace poco me pusieron como ejercicio redactar un cuento con una hipótesis fantástica como hilo conductor, es decir, la respuesta una pregunta hipotética del tipo: ¿Qué pasaría si...?


Lo que salió fue el siguiente cuento que espero que os guste y que se titula 'Los Treinta y Tres'. Según el corrector, respira de fuentes como 'La invasión sin paralelo' de Jack London o 'Diario del año de la peste' de Daniel Defoe.


Los Treinta y Tres





La antesala de la U.C.I. parecía una macabra sacristía: alzacuellos, sotanas y casullas ensangrentadas, se desperdigaban por el suelo, quitados a toda prisa antes de entubar a sus portadores que se debatían a esa hora entre la vida y la muerte. La misma situación se repetía en cada hospital, en cada ciudad, en cada pueblo, en cada aldea del territorio nacional. Todo comenzó cinco años atrás.

─ ¿Y si no hubiera Iglesia? – sugirió uno de los treinta y tres integrantes de la asamblea, sentado al fondo.
─ ¿Cómo dices? – contestó extrañado el moderador de la reunión.
─ Sí camaradas, como lo habéis oído, ¿qué pasaría si no hubiera Iglesia?

Se levantó y prosiguió con su intervención, captando la atención de todos los presentes.

─ Nos hemos reunido por primera vez para debatir qué podemos hacer para establecer un régimen libertario  en nuestra sociedad, que se oponga a toda forma de poder establecido ya sea político, militar o religioso, ¿no? Llevamos comunicándonos en foros secretos a través de Internet durante meses, hemos encriptado cada mensaje para no ser descubiertos y hoy, por primera vez, nos reunimos cara a cara. Ya tenemos nombre para nuestra asamblea, A.V. (Anarkía y  Venganza) y ahora os digo: pongámonos manos a la obra. Queremos acabar con cualquier poder establecido, ¿no? ¿Acaso hay alguno más antiguo y arraigado que el religioso? Así que os propongo: ¿qué ocurriría si no hubiera Iglesia? Tendríamos a la sociedad confundida y sin referente moral, sería nuestro caldo de cultivo perfecto.

Las caras de los desconocidos que se congregaban en el sótano abandonado mostraban una mezcla de perplejidad y extrañeza. El murmullo generalizado se vio interrumpido por  la voz del moderador:

─ ¡Camarada!, ¿podrías identificarte, por favor?
─ No - respondió el chaval de veintipocos años – Siempre hemos mantenido el anonimato en nuestras comunicaciones y así seguiremos. Os puedo decir mi apodo, Virus, así es como mi conocéis.
─ Bien Virus,- contestó el moderador - admiro tus ganas e ideales, pero, ¿cómo piensas llevar a cabo ese plan tan ambicioso?
─ Muy simple, - respondió el joven  - con tiempo, cierta inversión y usando sus armas.
Avanzó entre las sillas hasta situarse junto al moderador y de cara a la audiencia.
─ Veréis, ¿qué es lo único que hacen todos los curas, todos los días, en todas las iglesias o donde quiera que estén?

Hubo un silencio sepulcral

─ ¿Nadie contesta? Venga, - dijo mirando a la variopinta congregación de personas de aspecto más bien siniestro que le rodeaban– vamos, no me creo que tengáis tan poca imaginación…
─ Dicen Misa – dijo finalmente un tipo de unos treinta años, con perilla, calvicie pronunciada y jersey de cuello vuelto negro.
─ ¡Bingo! – gritó Virus – Dicen Misa. Y, ¿qué es imprescindible para decir Misa? Pan ácimo sin fermentar y vino. Esas serán nuestras armas junto a la munición que necesitamos: la fe de los creyentes.

Durante las siguientes dos horas Virus explicó a la concurrencia los estudios que había estado desarrollando acerca de la alergia al alcohol. Explicó que la alergia al etanol se producía principalmente en pueblos asiáticos cuya intolerancia al alcohol parecía proceder de su base alimenticia centrada en derivados del arroz, y en concreto en la pasta de arroz. Las reacciones alérgicas se manifestaban en los asiáticos a través mareos ocasionales o enrojecimientos y sarpullidos en la piel pero que, en casos agudos, podía producirse una reacción anafiláctica con hipertensión, lividez, arritmias y cayendo finalmente la víctima en coma irreversible produciéndose la muerte en cuestión de horas. A continuación explicó la composición del pan ácimo que conforma la hostia y la procedencia del vino de Misa que se usa para la consagración y que está llamado a convertirse en la Sangre de Cristo.

─ Pues bien - dijo Virus tras esta explicación - todos conocemos las penurias económicas que pasan las parroquias y especialmente los conventos que es donde habitualmente se produce el pan ácimo. Aquí tengo un listado con las principales bodegas que cosechan y distribuyen vino de Misa, excluyendo los conventos con viñedo propio. Mi plan es el siguiente: crearemos una Fundación y una ONG cuyo cometido será producir de forma gratuita el pan y el vino que se consumirá en las parroquias y liberar a las iglesias y a los conventos de ese coste para que, de esa forma, puedan dedicarse por completo a la oración o a lo que quiera que tengan que hacer. En los conventos estarán encantados al poder dedicarse íntegramente a la oración y las bodegas privadas de Corella o Tarragona, únicas autorizadas por el Vaticano y que en este momento producen vino de Misa, no podrán competir con nosotros ya que el nuestro será de composición similar y gratuito.

─ A continuación comenzaremos a incluir en la composición del pan ácimo altas dosis de concentrado de pasta de arroz, reactivo con el alcohol. Para que no sospechen y ante posibles reacciones alérgicas menores, incluiremos en el vino de Misa una coenzima que inhabilite la reacción alérgica al contacto del etanol del vino con el concentrado de pasta de arroz. De esta forma les estaremos  envenenando y administrando el antídoto a la vez. Pasado el tiempo, calculo un mínimo de un par de años, una vez estemos seguros de que la concentración del reactivo alérgico de pasta de arroz en la sangre de los curas es suficientemente alta, dejaremos de incluir la coenzima en el vino y se producirá la reacción alérgica aguda…no habrá nada sospechoso que nos pueda delatar. Afectará sólo al pan utilizado para la consagración. El resto de las hostias pequeñas para los feligreses no estarán alteradas. No queremos matar al Pueblo de Dios sino a sus Ministros. Necesitamos a la gente para nuestra causa.

Y así comenzó a fraguarse la más grande alianza para derrocar a la Iglesia en la Historia. Los primeros pasos fueron el Bautizo y Confirmación de todos los integrantes de la trama designados para aparecer públicamente como gestores de la Fundación y cuya labor de testimonio cristiano y apostolado en los canales digitales de TV a nombre de la Fundación fue encomiable y digna de los más devotos feligreses.

La ONG de nombre Alianza por la Verdad (A.V.) cuya razón fundacional fue proveer de pan ácimo y vino de Misa gratuitos a todas las parroquias de España para que el Cuerpo y Sangre de Cristo llegaran a los creyentes y fueran su alimento espiritual, nació bajo el amparo y el aplauso de la sociedad católica que la propusieron como una de las opciones a la que poder dedicar el 0,7% del I.R.P.F de los católicos. Unos meses más tarde y ya conseguidas las inversiones privadas, donaciones voluntarias y subvenciones públicas necesarias, se iniciaron las obras de construcción de la planta de producción de pan ácimo y la bodega para el vino de Misa.

Un año más tarde la Fundación A.V. controlaba la distribución del pan sin levadura y vino de Misa del 90% de las iglesias parroquiales y conventos y el 100% de los Seminarios y Obispados.  A los dos años de la fundación de A.V. se comenzó la alteración paulatina de los componentes del pan en la fábrica de Ávila y del vino en la bodega de la Fundación en Navarra.

Se eligieron algunas ‘cobayas humanas’ entre misioneros en África y Asia cuyas dosis de concentración de pasta de arroz se alteraron al alza en el pan y sin coenzima reactiva en el vino. Sus muertes casi instantáneas fueron atribuidas a fiebres tropicales, dengue o malaria según los casos.

Y así llegó el 22 de Diciembre, quinto aniversario de la primera reunión de los Treinta y Tres. Ese día se dejó de incluir la coenzima reactiva en el vino y el concentrado de pasta a de arroz en el pan ácimo. El concentrado de arroz en la sangre de los presbíteros que diariamente habían estado ingiriendo su dosis controlada hacía innecesaria su administración en adelante eliminando, de paso, cualquier rastro de sospecha. Sin embargo  la ausencia de coenzima reactiva en el vino causaría una reacción fulminante a cualquier dosis de alcohol por encima de 3 º en los sacerdotes. Se esperaba que la partida ‘sin adulterar’ llegara a todos los conventos y parroquias en un par de días, para la Misa del Gallo.

Comenzaron a caer como cuervos muertos. El más sonoro fue el sacerdote que oficiaba Misa del Gallo por La 2: en el momento de volcar el cáliz hacia su boca se le escurrió de entre los dedos, cayó de espaldas con las manos en la garganta y volcó un par de ciriales provocando un pequeño incendio mientras se convulsionaba en el suelo echando sangre por la boca. Situaciones similares ocurrieron desde la medianoche en conventos, parroquias, aldeas, colegios…parecía como si una plaga hubiera asolado las iglesias de toda España. Las salas de urgencia se llenaron de curas en estado de shock, en coma o directamente fallecidos.

Los más tremendistas comenzaron a vaticinar el Apocalipsis y la llegada de la Bestia mientras los dirigentes del clero que seguían a salvo - aquellos a cuya parroquia u obispado no había llegado todavía la partida no adulterada de pan y vino - instaban a los fieles a acudir a la iglesia a rezar y a los sacerdotes en buen estado a celebrar Misa de inmediato pidiendo por sus hermanos sacerdotes enfermos. El caos se multiplicó aún más, el remedio fue peor que la enfermedad, los curas caían por decenas ante la mirada incrédula de los fieles.

El caos se apoderó de las ciudades: la gente abarrotaba las iglesias esperando ver abrirse el cielo y bajar al Señor, otros manchaban las puertas de sus casas con sangre de cordero para evitar lo que calificaban como ‘el Angel Exterminador del siglo XXI’, seguidores de sectas satánicas desnudaron a sus primogénitos con la intención de sacrificarlos en plena calle en loor de Satán su señor, aclarando de paso, algunas desapariciones sin resolver por la policía. Creyentes, agnósticos y ateos se congregaban frente al televisor esperando una respuesta al caos que se vivía en la sociedad. La emisora A.V., líder espiritual del país, anunció un comunicado para las 12.00 horas del 28 de Diciembre.

─ Setenta y dos horas, camaradas. En setenta y dos horas todas las reacciones anafilácticas devendrán en fallecimiento. Las más de quinientas pruebas que hemos realizado durante estos cinco años así lo demuestran. En setenta y dos horas todos los sacerdotes, obispos y clérigos afectados, y que todavía no hayan fallecido, habrán muerto. Es cuestión de tiempo. Sólo nos queda esperar tres días más para comenzar la Revelación de Anarkía y Venganza como Dirección Espiritual de nuestro país.

El mensaje lanzado por videoconferencia a los Treinta y Tres – como se autodenominaba el grupo fundacional de A.V. – les llenó de júbilo y esperanza. Por fin un caos anárquico y libertario sin poder espiritual y, ya en sus planes, el asalto al siguiente poder: el Gobierno. Ya habían discutido qué vía utilizarían, la única común a todos los Gobiernos, la corrupción. En esas consideraciones se encontraban cuando una llamada interrumpió a Virus, el Conductor de los Treinta y Tres en su discurso triunfal por videoconferencia.

─ ¿Cómo? – se le oyó decir por teléfono. ¡Eso es imposible! - gritó. ¡Todas, repito, TODAS las pruebas que hemos hecho han demostrado que los sujetos mueren en un plazo máximo de setenta y dos horas! – volvió a gritar con la cara enrojecida. ¡Ningún ser humano se puede reponer, joder, ningún hombre es capaz de recuperarse, y menos esos carcamales, lo hemos comprobado en cientos de ocasiones, es imposible!

Encendió la TV como le indicó su interlocutor e, incrédulo, contempló al Portavoz de los Obispos saliendo por su propio pie de la U.C.I. con un gran moratón en la frente fruto del golpe contra el Altar al caer al suelo tras la ingestión del vino esa misma mañana. Con la mano derecha hacía la señal de la Cruz hacia los cuatro puntos cardinales bendiciendo a los que allí se encontraban con lágrimas en los ojos. Tras él, una fila de sacerdotes octogenarios salían por su propio pie de la sala, algunos apoyándose en el gotero de suero y deshaciéndose de sus máscaras de oxígeno.

─ Efectivamente Camarada Conductor - se oyó decir al otro lado del teléfono - ningún hombre puede reponerse. Pero ésto no es cosa de hombres, ésto es cosa de Dios.




Añado una última aportación del Domingo 20/2 en El Mundo: un enlace referente a la composición del vino de misa.

6/2/11

Desposeídos: posible autobiografía de cada uno


En esta entrada no voy a hablar de lo que quiero decir hasta después del cuento que lo ilustra.

Orden y caos

Se levantaba a las ocho en punto; a las ocho en invierno y a las ocho en verano. Una vez en pie, seguía la liturgia de albornoz, afeitado, ducha, loción capilar, lavado de dientes, desodorante y perfume. Luego, en el dormitorio, se vestía frente al espejo con los mismos colores de distintos trajes: calzoncillos blancos, calcetín de hilo gris, pantalón gris marengo, cinturón negro, camisa almidonada blanca, chaqueta azul, corbata gris y zapatos negros. Siete atuendos idénticos para siete días de la semana, no importaba si era laborable o fiesta de guardar. A las ocho y media en punto salía de su casa con un paraguas negro si llovía o amenazaba lluvia o sin él si el día era soleado; con bufanda y abrigo gris si hacía frío y sin abrigarse si hacía tiempo primaveral o en verano. Y así iniciaba su camino al ayuntamiento de lunes a viernes. Durante el fin de semana la liturgia y el horario eran similares con la salvedad de que en lugar de dirigirse al ayuntamiento los sábados iba al parque hasta la hora de comer - cambiaba ciudadanos con preguntas por palomas con arrullos - o a Misa de nueve los domingos y después al parque a encontrarse con las palomas. Lo que nunca cambiaba era el almuerzo, siempre a solas, siempre en casa y siempre a las tres de la tarde: sopa de garbanzos de lunes a sábado (que cocinaba el domingo) y pollo (dos muslos, dos pechugas y dos contramuslos, uno para cada día de la semana que cocinaba el domingo junto a la sopa). De cena, una tortilla francesa de un huevo y una manzana (que compraba los sábados junto a los huevos). Los domingos se daba un capricho: después de cocinar el pollo y la sopa de la semana a la vuelta de misa y tras pasar un rato en el parque, iba al bar de la esquina y comía migas – a solas y a las tres de tarde. Pedía dos raciones, una para comer y la otra para cenar que se llevaba en la tartera que portaba consigo al bar. Las tardes, no importaba de que día fueran, las dedicaba a su pasatiempo favorito: los crucigramas y autodefinidos diarios del periódico. El periódico lo tomaba prestado al abandonar el ayuntamiento entre semana y lo compraba de camino al parque o a Misa los fines de semana. Por eso odiaba el día de Navidad o de Año Nuevo, no porque le distrajeran de su rutina, sino porque no había periódico y eso no era admisible desde su punto de vista.

Ese día el despertador sonó a las ocho, como cualquier otro día, pero una sensación de extrañeza se apoderó de él, algo no iba bien, el ambiente se encontraba enrarecido, cargado. Encendió la luz y fijó los ojos en el techo antes de calzarse las pantuflas camino de la liturgia del albornoz y demás ritos . Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al intentar moverse. Lenta y temblorosamente giró la cabeza hacia la izquierda. El corazón parecía querer salírsele del pecho y las sienes le iban a estallar. Una visión aterradora le estremeció: a unos centímetros de su cara, reposaba una melena larga y cobriza invadiendo la otra mitad de la almohada. Cerró los ojos tan fuerte como pudo tratando de imaginar que se trataba de una pesadilla y comenzó a recitar en voz baja y a trompicones todas las oraciones que conocía con los puños pegados a los ojos. Al cabo de unos segundos, cuando se supo con el valor suficiente para volver a abrirlos lo hizo poco a poco….y la visión que contempló lo turbó aún más: la melena cobriza seguía ahí, desperdigada como una inmensa plaga sobre su almohada inmaculada…y lo que es peor, él se estaba retrasando para lo que fuera que tuviese que hacer a continuación.

Lentamente comenzó a reptar hacia el extremo más próximo de la cama alejándose del cuerpo que yacía al otro lado. Alargó las piernas y sus pies reposaron sobre una áspera alfombra. Paralizado por el miedo miró al suelo y, efectivamente, bajo sus pies reposaba una alfombra usada y gris, no el parquet suave y barnizado de su casa: esa habitación…no era su habitación.
La poca luz que emitía la lámpara de la mesilla de noche descubría un espacio amplio con un gran ventanal a uno de los lados, y dos camas unidas sobre una de las cuales respiraba cadenciosamente el cuerpo que había descubierto al despertar. Al fondo vislumbró un armario de doble hoja y una puerta entreabierta que daba acceso a lo que parecía un cuarto de baño. Más allá, entre penumbras, divisó lo que debía ser la puerta de acceso a la habitación tras un mínimo y oscuro descansillo.

Se irguió a cámara lenta y casi pudo escuchar el crujido de sus rodillas antes de comenzar a temblar. Avanzó lentamente en la penumbra apenas iluminada. Sobre una mesa vio su tartera llena de migas.

“Debe ser lunes” pensó. “Yo sólo compro migas los domingos a medio día. Pero, ¿cómo he llegado aquí? ¿Dónde estoy? ¿Acaso me han secuestrado o me han drogado y me han traído aquí? ¿Quién está durmiendo en esa cama, acaso mi secuestrador? ¿Por qué a mí? Yo no tengo nada, sólo soy un empleado de ayuntamiento y llego tarde a trabajar”.

En estas disquisiciones estaba cuando el cuerpo que yacía en la otra cama se dio media vuelta descubriendo la cara de una chica de unos treinta y tantos años algo pecosa. La luz de la lamparita hizo que la chica despertara. Se frotó los ojos y se incorporó lentamente hasta quedar sentada sobre el colchón, los brazos sobre las rodillas y mirándole fijamente con los ojos entreabiertos.

─ Veo que ya te has despertado – pronunció mientras bostezaba . Siguió mirándole un rato apoyando la barbilla sobre las rodillas.

─ ¿Qué haces ahí de pie? – preguntó finalmente la chica - Pareces asustado, ¿te pasa algo?
A medida que ella hablaba él comenzó a retroceder lentamente hacia la puerta del fondo. Cada palabra que la chica pronunciaba le hacía sentir un miedo insoportable. La cabeza le iba a estallar.

“¿Cómo coño he llegado aquí y quién es esa mujer que parece conocerme?” se preguntaba mientras su corazón atronaba en su interior.
En su intento de retroceder sus pies tropezaron con algo y perdió el equilibrio sucumbiendo de un batacazo sobre el suelo. La chica se incorporó y dio un salto hacia él.

Aun dolorido por el golpe y viendo que la chica se acercaba agarró lo primero que encontró en el suelo, uno de sus zapatos negros, y lo enarboló amenazante hacia la mujer.

─ ¡No te acerques! - gritó - ¡No sé quién eres, de qué me conoces y cómo me has traído aquí, pero no te acerques a mí o te juro por lo más sagrado que te vas a arrepentir!

Con el zapato en la mano a modo de arma arrojadiza siguió arrastrándose de espaldas hacia la puerta. La chica, lejos de asustarse, se quedó quieta, paralizada, inmóvil. Unas lágrimas comenzaron a brotar tímidamente de sus ojos. En segundos comenzó a llorar, tanto, que la respiración se le entrecortaba. En ese momento la puerta se abrió y una mujer y un chico joven entraron en la habitación a sus espaldas.

─ Marcial, tranquilo – le dijo la mujer recién llegada que debía tener unos cincuenta años – no pasa nada, estamos aquí para ayudarte. Anda, suelta ese zapato y déjame ayudarte a levantarte.

Todavía desorientado por la situación, quizás oír que le llamaban por su nombre o la voz de la mujer o su mera presencia o todas estas razones le tranquilizaron. Ayudado por la mujer de aspecto bonachón se levantó, todavía temblando, y dejó el zapato en el suelo. La chica seguía inmóvil, frente a él, llorando desconsoladamente.

─ Venga, vamos al sillón y nos tranquilizamos – le dijo la mujer rodeándole con el brazo y acompañándole hacia el sillón de la esquina. Junto a la ventana descubrió su sillón, ése que le había albergado en todas sus tardes de crucigramas y autodefinidos.

El chico joven que había entrado en la habitación se acercó a la chica deshecha en lágrimas y la ayudó a sentarse al borde de la cama mientras la abrazaba.

─ Tranquila Marta, – creyó oír al chico – está enfermo. De alguna forma, es como si hubiera perdido su yo (1).

Marcial se quedó sentado en el sillón, en pijama, con la mirada perdida, intentado reconocer los objetos que le rodeaban y le habían acompañado durante toda su vida y que ahora formaban parte del mobiliario de su habitación, el único patrimonio con el que contaba desde que la enfermedad le desposeyó de su bien más preciado: sus recuerdos. El recuerdo de Amalia, su mujer, a la que atendió una mañana en el ayuntamiento por una multa y que transformó su vida rutinaria y gris en una aventura de colores regalándole al ser que desde entonces se convirtió en el centro de su vida, su hija Marta, que, ya fallecida Amalia, le visitaba cada fin de semana desde el pueblo, se quedaba a dormir con él en la residencia y le traía una tartera con migas para que no le faltara su almuerzo de todos los domingos, uno de los pocos recuerdos que su padre conservaba de su vida anterior.


[1] Por así decirlo, he perdido mi yo’ es la descripción que de sí misma hizo Auguste D, la primera enferma diagnosticada por el Dr. Alois Alzheimer.  Temas 62, Investigacióny Ciencia 4º trimester 2.010

Las reflexiones las dejo a criterio del lector, pero nadie sabe, ni yo mismo, qué quedará en nuestro cerebro de lo que hemos vivido y si estas letras y la persona que las escribe se convertirá en un completo extraño para mí en el futuro.

8/1/11

Cordelilleros

Me encontraba disfrutando del exquisito simulacro de familia feliz durante la Nochebuena de este año cuando mis padres (me cuesta escribirlo en plural) comentaron acerca de una persona que no nombraré, una profesión hasta ese momento desconocida para mí: cordelillero (en este caso era femenina, cordelillera).

Cuando lo escuché pensé en algo parecido al ‘aguador’, alguien que vendía o prestaba cordeles aunque, en fin, tampoco le veía mucho sentido, no creo que vender cordeles sea una profesión que nunca haya tenido mucho futuro. Fue al preguntar qué tipo de profesión era cordelillero cuando mis padres, que conocían de sobra el término, me dieron la explicación del significado: la profesión de cordelillero nació durante la posguerra española donde la situación de muchas familias era precaria y no había acceso al crédito bancario dado que no había ni dinero ni garantías. Cuando alguna familia necesitaba desesperadamente dinero acudía a un prestamista o cordelillero que le hacía el préstamo con condiciones leoninas, próximas a la usura, que el prestatario a duras penas conseguiría devolver, es decir, que le prestaba el ‘cordel’ con el que el prestatario se pudiera colgar (y de ahí la designación de cordelilleros).


Lógica evolución del préstamo del cordelillero, se empieza prestando el cordel, un pequeño nudo corredizo y...lo demás es silencio
Es un término que me encanta porque habla de la España más negra y ácida, habla de necesidad y de muerte pero con ironía macabra, tacha de verdugo a un personaje y de condenado voluntario a otro, es una profesión que podía haber aparecido perfectamente en la obra maestra de Berlanga, El Verdugo.





Y es que la muerte está presente en el inconsciente colectivo español, ya lo dice la letra de ‘España camisa blanca de mi esperanza’

'España camisa blanca de mi esperanza
A veces madre y siempre madrastra
navaja, barro, clavel, espada;
la muerte siempre presente nos acompaña
en nuestras cosas más cotidianas
y al fin nos hace a todos igual.'

Y ya que la hemos nombrado y tanto nos acompaña, hagámosle un homenaje, eso sí, dresdamatizado.


En cualquier caso cordelillero debe tratarse de un término muy localizado y en desuso ya que mis padres lo conocían…y sin embargo la RAE y Google no:



Y no es la única sorpresa que Google me ha dado, la siguiente tiene un poco más de enjundia y no se aleja porque habla de la Fiesta Nacional, los toros, donde la muerte también está presente, quizás por eso TVE ha decidido suprimirla de su manual de estilo.

Mi padre, del que todo lo que diga por bueno que sea, queda a años luz de lo que representa para mí, una persona inabarcable, inmensa, irrepetible, en fin, pues mi padre me contó una anécdota que le sucedió hace poco y que paso a relatar.

Estaba él sentado en la terraza del bar que frecuenta cada mañana para su segundo café, El Barril, cuando un señor entrado en sus sesenta y tantos años se le acerca y le pregunta:

- Perdón, ¿es usted Angel Cruz?

Mi padre se encontraba bastante sorprendido porque creía no conocer al personaje en cuestión y le contestó afirmativamente (no era difícil averiguarlo en todo caso ya que todo el personal de El Barril lo llama ‘Don Ángel’) Pues bien, este señor le cuenta a mi padre que había estudiado en La Salle (como mi padre) aunque era algo más joven que él, pero que le había identificado porque ‘no había cambiado nada desde el colegio’ y porque le recordaba del Festival Benéfico Taurino que se dio en la Plaza de los Tejares de Córdoba (donde ahora se encuentra El Corte Inglés) en el año 1.957 y en el que mi padre participó como novillero con dieciséis años y que la siguiente foto atestigua:


Mi padre es el que se encuentra más a la derecha de la terna de diestros, como en la realidad

Si alguien quiere ponerse en situación aquí hay una recreación virtual de la Plaza de los Tejares acompañada del pasodoble Manolete.

Al parecer la faena que protagonizó mi padre hizo que el individuo en cuestión la recordase como un ejemplo de gusto y temple y prueba de ello es que le pidió a mi padre si podía sacarle una foto (no es coña, se lo pidió en serio, como los fans, menos mal que no pidió que se la hicieran juntos) a lo que mi padre accedió encantado.

La foto es la siguiente (y se nota que mi padre sí ha cambiado desde entonces)

La versión de mi padre es bien distinta ya que a raíz de aquella faena se le quitaron las ganas de ser torero y es que un novillo no es un bicho cualquiera y cuando tienes que encararlo te falta todo, como decía Guerrita:

- ¿Sabe Vd. qué es lo único que no tiene un torero frente a un toro? Saliva.


¿O para qué creíais que sirven los vasos de plata que tienen los toreros?


Adjunto foto de un novillo para que sepamos de qué estamos hablando, vamos que no se trata de una becerra.


(Éste se llamaba Preguntón, negro calcetero bragado meano lucero listón y se lidió en Las Ventas, más información aquí)

Lo cierto es que mi padre mató al novillo con una gran estocada tras la cual decidió colgar los trastos.

Pues bien, toda esta retahíla venía a cuento de un fallo de Google. Como he comentado anteriormente mi padre es un gran asiduo a El Barril (donde acaeció la anécdota) y esa foto que le sacó ese hombre es prácticamente igual a la que aparece en Street View de Google si se busca la plaza en la que se encuentra El Barril, la Plaza de Antonio Fernández Grilo (mi padre vuelve a ser el tercero por la derecha, un animal de costumbres y siempre a la derecha)

Pero si se avanza desde la Calle Concepción donde El Barril hace esquina…voilá, desaparece la terraza y con ella mi padre de la terraza de El Barril (al igual que el término cordelillero que se encuentra desaparecido en Google).


En cualquier caso no es extraña la coincidencia de asuntos taurinos y El Barril como se puede apreciar aquí.

Pues además, y para nuestra desgracia, este hecho ya no se podrá repetir ya que nuestro Presidente del Gobierno en su infinita preocupación porque los trabajadores del gremio hostelero no sufran los malos humos de los fumadores, ha logrado que la falta de clientes desde el 1 de Enero haya precipitado el cierre de El Barril poniendo en la cola del paro a cerca de veinte personas: más de cincuenta años abierto a diario y de ahora en adelante cerrado (mi padre me comentó que desde el 1 de Enero había ido sólo en un ocasión cuando previamente iba al menos una vez al día).


Foto de El Barril cerrado (y no por derribo)

Y para acabar un homenaje sabiniano al más admirado de los toreros cordobeses, Manolete (y el más querido por mi padre) y al torero que más se le ha aproximado, José Tomás. Ambos maestros acompañados por ‘De Purísima y Oro’ una descripción inmejorable de la España de la posguerra (de donde arrancaba el término cordelillero) y dedicada al gran Manolete .

Va por ustedes, Maestros.