4/9/07

Regreso al pasado

Si alguno de nosotros nos encontráramos un viernes por la noche en un restaurante ‘fashion’ (ya sé que así de primeras es mucho pedir, pero bueno, imaginemos) de una ciudad cosmopolita como pudiera ser Madrid y viéramos a una pareja formada por un chico joven vestido con capa española acompañado por una fémina de la misma edad vestida de lagarterana, pensaríamos que hemos sufrido un viaje en el tiempo (por lo menos hasta el último Fin de Año), o que Ramón García y Lola Flores tienen un club de fans más amplio de lo que creíamos o que sencillamente lo que nos han dado en la comida no era bicarbonato y ahora estamos sufriendo las consecuencias.

Pero claro, si te desplazas equis mil kilómetros hacia Oriente, tras diecisiete horas de avión y aun habiéndote recuperado del jet-lag…todo lo ves posible. Y es que en ese cúmulo de contradicciones que es la sociedad nipona hay uno que me ha llamado poderosamente la atención: su vuelta al pasado como reivindicación de modernidad (todo sea dicho que en la sociedad occidental sufrimos algo parecido con la moda ‘vintage’). Y así es posible observar en ciudades perfectamente cosmopolitas y símbolo de modernidad como Tokio o Kyoto, a parejas de chicos jóvenes, ella perfectamente ataviada con su kimono y él con su yukata, cenando en un restaurante de moda y cruzándose con encarnaciones adolescentes del cyberpunk, no tan jovencitas treintañeras imitadoras de Candy Candy (seguidas por las miradas lascivas de ellos y envidiosas de ellas) y ejecutivos con el nudo de la corbata a medio caer y camisa sudada: y todos estos ingredientes dentro del mismo receptáculo, como si fueran partes alícuotas de un cóctel de difícil digestión por parte del occidental medio.

Y es que Japón es pura contradicción, modernidad vanguardista y tradiciones rancias, trenes bala y gente en bicicleta, tejanos importados de EEUU en la Universidad y kimono para cenar, templos en la calle y hoteles de amor por horas sin recepcionista, amplios parques estilo zen y hoteles cápsula, geishas recluidas en sus barrios a cal y canto y señores de compañía para las chicas en edad de merecer.



En fin, primera aproximación a Japón, vendrán más.