10/12/06

Poastal navideña

A veces el alma siente naúseas, no es capaz de digerir los suculentos platos que el devenir le propone. Y entonces comienza a devolver y revolverse y, quizás por eso, como si se tratara de una urgencia en plena noche, necesitamos hablar con un nudo en la garganta, cantar afónicos, correr a paso lento, gritar con voz muda, escribir sin papel, pintar en blanco y negro, llorar de alegría o reírnos de la pena.

Intentamos buscar Omeprazoles para el corazón, que nos hagan más llevadera la digestión diaria y leemos a pensadores sesudos o comics nada banales, vivimos las vidas de otros en 8 milímetros o se nos pone la carne del alma de gallina con tres rimas musicadas o sin más sonido que el vacío del estómago con viruela y mariposas.

Creo que toda esta naúsea espiritual – en el más positivo de los sentidos - que me invade (independientemente de lo más o menos razonable de mis motivos, que ya van para un año) es una preparación para la peor de las épocas posibles, la que habría que bautizar como la más zapatera de las épocas del año, la temporada navideña o, como diría Pedro, la época del buen rollo. Cuando todo el mundo ha de ser bueno por cojones, entre indigestión e indigestión social, laboral o familiar. Los momentos en los que hay que llamar porque sí y no porque tengas nada distinto que decir al común de los mortales polarizados por las modas que la tele o las compañías de móviles imponen. A Santa Claus habría que colocarle una bomba de Polonio 210 bajo su trineo y a los Reyes Magos dispararles balas de sal tras una laceración pública con alambres de espino.

Porque sí, porque la Navidad me deprime, me pone de muy mala leche y apenas ha comenzado estoy deseando que termine como si de un Via Crucis sobre lava ardiente se tratara. Porque además, he de confesarlo, me entristece, me da un bajón importante y además me sensibiliza demasiado ante lo que lucho con jarabes de alta graduación e infectos y oscuros garitos de música igualmente alta. Y como ese bajón me persigue hasta el 7 de Enero pues sé que voy a estar especialmente receptivo a lo que ocurra a mi alrededor o muy dentro de mí con el peligro de que el alma comience a vomitar serenatas de sinceridad dolientes o ilusorias perlas de fango azabache.

Y esto sólo ha sido el prefacio o, como dirían los clásicos, el planteamiento, todavía queda el nudo y desenlace…


5/12/06

Ride into the sun (looking for a shadow)

Time has come (Midnight Oil dixit) y las camas arden.Pasaron los segundos, se acumularon hasta taponar las lágrimas que se precipitaban en el reloj de arena y llegaron horas de vigilia. La dama oscura emergió, los ojos, nostálgicos y renacidos ante la atracción de su manto estrellado y seductor, perseguían reflejos en charcos de medianoche, de varios y de nadie, noviazgo con luces de neón, camaradas borrachos de barrio, manjares en bandejas de cristal y botes salvavidas en bricks de vino a medio vaciar. La noche se muere y se derrama el sol del amanecer en la virgen piel de la esperanza. Despierta el aire y la mirada busca su sombra, no la que transfigura cada farola - esquizofrenia y vacío a un tiempo- sombra que defina al cuerpo que le da sentido, sombra que se confunda con su continuación, sombra que es cuerpo del imposible espíritu renacido en la noche, sombra que grita al sol con lágrimas de rocío.





Looking for another place
Somewhere else to be
Looking for another chance
To ride into the sun

Ride into the sun
Ride into the sun
Ride into the sun
Ride into the sun

Where everything seems so pretty
When youre lonely and tired of the city
Remember its a flower made out of clay
To the city

Where everything seems so ugly
When your sitting at home in self pitty
Remember youre just one more person
Whos living there

Its hard to live in the city
Its hard to live in the city
Its hard to live in the city

Velvet Underground (reed)

26/11/06

Algo que celebrar

Son cerca de las siete de la tarde de un domingo...y tengo algo que celebrar: es el primer fin de semana desde hace algo más de dos meses que no trabajo desde casa, ni tengo a que asistir a algún evento profesional ni nada parecido y, la verdad, que sin haber hecho nada fuera de lo normal (de hecho y dado que estaba incubando un resfriado me propuse un fin de semana 'caracol') he disfrutado como un enano. ¿Por qué?. Para empezar porque, por fin, he tenido tiempo de volver a reencontrame con mis aficiones.

La cosa empezó bien: logré terminar un fantástico libro sobre 'Cómo se hizo Blade Runner' y el viernes por la noche vi la versión del Director que hacía poco compré en Londres: Dios mío que película tan inmensa, que decadencia, la banda sonora... en fin, me reafirmo en que sigue siendo una de mis favoritas.


El sábado lo dediqué por completo y a conciencia a disfrutar de una de las pocas cosas que hace que mi trabajo sea satisfactorio a ratos: cuando lo que vendes o promocionas es tan bueno como quieres hacer creer a los clientes. Y en este caso lo es, se trata de un videojuego cuyo título es Gears of War. Decir que es un videojuego quizás sea minusvalorarlo, es lo más parecido a una película de acción/horror/guerra/ciencia ficción de forma interactiva que logra una involucración por parte del protagonista (como sujeto activo del juego) como pocas veces he sentido. Esta obra de arte multimedia está a la altura de una gran película, un cómic de culto o una buena exposición de vanguardias.


Por la noche, me dediqué a perder la voz entre cigarro y cigarro en Moloko disfrutando de temas del Life Pursuit - de Belle and Sebastian - y a olvidar las llaves del portal en casa por lo cual tuve que esperar a que, en el desierto que es mi calle a partir de las 24.00, apareciera algún alma despistada que entrara en el portal. Por suerte así fue y pude entrar en casa tras 10 minutos de espera en la calle.


Hoy me levanté con un insoportable dolor de garganta (fruto de los pitis de ayer) y una afonía bastante considerable. Este malestar ha hecho que no vaya a comer a casa de Marcos donde estaba previsto que nos reuniéramos gran parte de los compañeros que fuimos expulsados del Colegio Mayor y la visita la he hecho a la Farmacia donde un dependiente canoso y amanerado se ha dedicado durante más de 5 minutos a decirme lo indignado que estaba con las declaraciones de Esperanza Aguirre acerca de que con su sueldo no llega a final de mes. Dado que la conversación me importaba tres cojones y además no podía hablar fruto de mi afonía he preferido asentir a todo el discurso del mancebo viejuno y maricón y mostrar descaradamente el billete que llevaba en la mano para acortar el desenlace entre que me entregaba el Angileptol y yo le pagaba los putos cinco euros.Pero este día ha tenido cosas muy gratificantes: una de ellas DESCUBRIR A LOS WHITE STRIPES. Nunca había escuchado en profundidad este grupo, pero esta mañana mientras me duchaba y escuchando de fondo a Angels Barceló han puesto una canción que me ha hechizado. Me he lanzado a buscar música en mi PC y gracias a Dios y a un libro llamado '1001 discos que deberías oir antes de morir' ahí estaban tres discos de los White Stripes que no había escuchado. Pues bien he escuchado los tres discos de un tirón y además he visto en YouTube un vídeo de 50 minutos de ellos: vaya gozada de temazos tiene este grupo, unos genios, qué novedoso y qué clásico, qué puro y mezclado a un tiempo, qué sencillez tan llena de sonido tan solo con una batería y una guitarra. Qué variedad de géneros, qué serios y frescos a un tiempo. Enormes. Me quedan muchas horas que escuchar a este grupo.


Bueno y por qué no decirlo, hoy también he actualizado el blog y las fotos de Kenia en flickr vamos que me he puesto al día con casi todo. Además he recapitulado y tengo unas cuantas entradas preparadas para el futuro acerca de Big Fish, la boda de Edu y otros cuentos. En fin, me voy a disfrutar un poco de From Hell, a ver si se lo puedo devolver a Juanjo antes de Navidades.Dejo una foto del descubrimiento del Fin de Semana: The White Stripes


19/10/06

Quien lo probó lo sabe

Ayer volvía de Londres después de acostarme el día anterior a las 1.AM y levantarme a las 5.00 AM, muerto de sueño y aburrimiento. Llegué al aeropuerto de Gatwick y tras una agradable espera de 30 minutos en el mostrador, la antipática señorita que hacía las veces de representante de Air Plus en el citado aeropuerto me hace facturar una bolsa de mano porque excede de 5Kg….tras preguntarle dónde podía leer esa nueva regla (en el vuelo de ida no tuve problemas) me responde “Es que aquí cumplimos las reglas”. Ya estaba yo bastante calentito con el sueño y medio resaca como para que el proyecto de monigote con falda y pinta de sucia disfrazada de azafata de congresos tocara mis partes nobles metiéndose con España – que ya bastante jodida está con sus residentes como para que la ponga a parir una ignorante con aires de grandeza - pero como no está el horno para bollos en Londres y además no me sentía con fuerzas para discutir saqué el ordenata y me dispuse a facturar como todo hijo de vecino. No contentos con dejarme sin mechero en el control de equipajes y cachearme hasta el alma me hicieron abrir todos los dispositivos electrónicos que llevaba – y que no eran pocos, como si Super Mario Bros. fuera a dinamitar el avión de los huev… desde una inocente DS. Pues bien, dispuesto a perder el tiempo y hasta los mismísimos de los hijos de la Gran bretaña que circundan el aeropuerto de Londres me dispuse a gastar compulsivamente a fuerza de estirar la tarjeta de crédito. Mi primer objetivo, la revista Wired: probablemente la única revista de las 300 que podía haber en la tienda que no identificaba el lector de códigos de barras. Tras diez minutos de cola y cinco en el mostrador le dije al dependiente que quizás dentro de un lustro volvería a comprobar si habían solucionado el problema. Dado que las islas británicas no son famosas por su gastronomía me dispuse a deglutir comida de bote…y no aceptaban tarjetas de crédito. Mi suerte no podía sino aumentar. Un tanto cabreado y con cara de árabe en pleno ramadán localicé una zona de fumadores…sin fumadores y claro, yo sin mechero. Si la Reina Isabel supiera lo que pensé en esos momentos dudaría acerca de si es un honor ocupar su puesto. Finalmente encontré una sucursal de HMV, aunque lo que compré allí lo contaré más adelante. Llegué a la puerta de embarque y, como se podrá imaginar y dado que no era el día en que me iba a tocar la lotería, el avión con una hora de retraso. Comencé a hacer cruces internas a las aerolíneas españolas: al final la guarra de facturación iba a tener razón. Tras embarcar se me sienta al lado una señora que tendría un siglo y medio en cada extremidad de su cuerpo y más arrugas que un dedo gordo tras un baño de dos horas en agua hirviendo. La susodicha leía con suma atención las instrucciones en caso de impacto…que podría tener algo de lógica sino fuera por, al menos tres razones: su edad (no menos de ochenta años), que era coja (con bastón y todo) y sorda perdida…y no lo digo por criticar, sino porque estuvo durante dos horas hablando con su amiga sentada en el asiento de al lado y que sufría su mismo defecto auditivo, lo que no facilitó precisamente que conciliara el sueño. Tras media hora parados y casi asfixiándonos, el comandante nos dice que vamos con retraso…por la cantidad de maletas facturadas: ¡lo que me faltaba, joder, si te hacen facturar casi con un cepillo de dientes!. Después de defecar intelectualmente en la familia de cierta asistente del personal de tierra despegamos. Dos horas y media de gritos a mi derecha más tarde y tras sobrevolar Madrid y alrededores en círculo por cerca de veinte minutos aterrizamos…y las maletas no salen…. Media horita más, por si no estabas cansado y ya eran las 22.30 (vuelo previsto para las 17.40).

Y así llegué a mi casa, y abrí uno de los DVD’s que compré en Londres: concierto de U2 en Sydney año 1.993, gira ZOO TV Tour. En esa gira de U2 fui al primer concierto “en condiciones” de mi vida, 22 de Mayo, Estadio Vicente Calderón, diecinueve años, dos semanas de telefonista en el Colegio Mayor para sacar pasta para pagar la entrada (3.900 ptas) y la ilusión de un niño la noche del 5 de enero. Teloneros, Los Ramones. A medida que avanzaba el DVD se me seguía poniendo la piel de gallina al ver a Bono convulsionándose ante los primeros acordes de Zoo Station, el montaje audiovisual con mensajes en los monitores agolpándose como abejas en un panal, la catarata de luz en Where the Streets Have no Name, la llamada al Hotel Palace, el silencio de gargantas unidas con One, el minishow en el escenario secundario con Angel of Harlem, The Edge como un autómata desgranando Numb, el sudor helado con With or Without You, los coros de todo el estadio con Pride, Bono vestido de Mefistófeles con Daddy gonna pay for your crashed car. Quizás fuera porque se trataba de mi primer concierto en una plaza “de primera” y con un grupo “como un vitorino” pero creo que, sin duda, fue la mejor época de U2 (les he visto más tarde en POP y Vertigo) y con el mejor repertorio de canciones: Achtung Baby en estado puro, el disco que – desde mi punto de vista – les reinventó y cambió la forma de entender el pop en los años noventa. Revisitando ese concierto, esta vez en el DVD de Sydney, pasaron los minutos y los pitillos con una sonrisa en la cara y los recuerdos de la mejor época de mi vida (como estudiante) acompañándome, cuando cada día era un capítulo por escribir, aprender de todo y de todos la ley y los sueños tenían sentido sin explicaciones ni condiciones. Para mí también hubo un antes y un después de ese concierto en el Calderón: tras ese día ya había visto, sentido, vivido un concierto de un grande, aunque para mi desgracia los grupos que me apasionaban estuvieran separados o no pisaran España (la vida me hizo visitarlos a Wembley y que me devolvieran la visita a España este mismo año). Pues bien, esta sensación de plenitud y nostalgia al contemplar el DVD editado…13 años más tarde, compensó todas las vicisitudes anteriores. Por cierto el otro DVD que compré… Blade Runner, versión del Director: sin comentarios (y con unicornio).


A algunos quizás todo esto le parezca una chorrada y vayan a un concierto como el que va a comprar el pan, seguro que en el futuro van a ahorrar mucho dinero, pero no les envidio, al contrario, les compadezco, no han tenido la suerte de tener el alma pegada a los oídos. Como decía Lope de Vega en su poema acerca del amor no se trata de explicar lo que se siente ante esa experiencia: quien lo probó, lo sabe.

4/10/06

Los 400 golpes

Quizás hoy este entrada al blog tenga un toque un poco intimista, quizás sea algo de autopedagogía la que surca esta líneas. Fue Truffaut quien dirigió la película cumbre de la Nouvelle Vague llamada los "400 golpes" y en eso se podían haber convertido los días que transcurrieron entre una lúgubre llamada de teléfono de principios de Agosto de 2.005 y el viernes pasado. La vida, traicionera y juguetona, me la jugó en dos ocasiones, una situándome al borde del abismo y la segunda invitándome a un brindis al sol una noche de pleno verano.


En su primer envite creí conocer la Nada, la ausencia de esperanza, la culpa como compañera de cama, la niebla en el espejo, la bilis en la garganta del desayuno a la cena. No necesitaba hombros sobre los que reposar, no necesitaba palabras ni oídos, me aborrecía y toda comprensión generosa era baldía. Así comencé una peregrinación muy por dentro de mis miserias y muy por fuera de La Habana, con ininterminables minutos de vigilia y una ciudad en cada recuerdo, y para cada recuerdo un dolor. Y así, entre galenos, química de laboratorio, gargantas mudas y almas sangrantes fue avanzando una existencia lacrada por el pasado.


Y llegó una isla, que a la postre resultó no ser una isla sino un oasis tras meses de sed. Y ese oasis plantó semillas que tornaron las lágrimas dolientes en otras de camaradería y el vagar sin rumbo en una existencia recuperada, como la memoria de lo que fue y creí nunca volver a ser. Y llegó un bálsamo bañado de sabor oriental, alma cándida, amplia y generosa, bondad de ojos rasgados. Y llegó la alegría pero se mantuvo la esperanza dormida. Prosiguió la vida, vivida a medias pero mirando a proa, la popa enterrada en los bancales de ayer, recuerdos mudos pero amargos.


Y con la Navidad llegó la esperanza vestida de sonrisas, miradas de verdad y confidencias a medias, qué extrañas e imposibles formas adopta la esperanza cuando se viste de mujer. Y con ella me llegó la posibilidad de todo lo posible - gracias maestro Marina - (aunque en este caso la esperanza de falda holgada sea imposible), y rayos de sol y sonrisas sin motivo aparente. Y en ese momento la vida me dio dos azotes al sacarme de su vientre oscuro y acabé por renacer. Y lloré a gusto al respirar, y me volví a sentir vivo y quise correr por los bosques y disfrutar el esplendor en la hierba y cantar hasta quedar afónico y reírme si no puedo hablar porque mis manos son torpes y acelerar hasta que la adrenalina se confunda con el final de esa curva y leer y escribir y no tener miedo a soñar. Y a cada envite que me lanzaba la juguetona señora yo le subía dos más...y a las malas órdago con todo lo que tenía que, a decir verdad, era y es más bien poco. Y llegaron amigos inesperados a estas alturas del cotarro, y llegaron las barbas y los paraísos artificiales y los de verdad, repletos de fieras salvajes, y llegó la hora de escribir este post y los anteriores.


Pero durante todo este tiempo estuvo presente la duda silenciosa del reencuentro, el corazón pusilánime, el alma escondida y el olor a pasado húmedo del desván de mi corazón. Sin ni siquiera repartir las cartas, esa puta que se viste de verde y que se llama Esperanza se desnudó delante de mí en la puerta de un garito de Madrid, puso todo el dinero de la banca sobre el tapete en forma de mirada, enfundada en un disfraz de blanco y negro (con lo que amo la belleza del gris...), las llaves de mi ex-coche en el bolso y parte de mi futuro en sus labios. Creo que estos envites no se pueden programar y las respuestas menos. Como Sir Thomas Moro pude pedirle al verdugo que hiciera bien su trabajo y prepararme para una tortilla de Orfidal. Pero la vida (pareja de mús cargada de cerdos en esta ocasión) me hizo la seña de solomillo y dejamos el mus para los cobardes. Y luego, para qué más contar, un renacer dentro de una vida presente y las dudas y el pasado en el trastero con dos cerrojos, para que se aburran de miedo y se mueran de hambre. El hacha del verdugo la uso ahora de espejo cuando me afeito por la mañana y cada vez que el futuro me cuenta que hay controles de velocidad intento sonreir para salir bien en la foto. Ahora entiendo a Violeta Parra por aquello de "Gracias a la vida que me ha dado tanto". Pues eso, cabrona, gracias.


PD: Mi coche, Gustavo (hasta que lo desguacen, aunque esté en manos de mi pasado seguirá siendo mío), sigue precioso, fue la mayor alegría de esa inesperada noche con tintes de ayer y promesas de mañana.


PD2: El anillo de pedida sigue soltero y sin compromiso, reluce más cuando sabe que acabará adornando el sedal de una caña de secano.

22/9/06

Infierno en la Carretera (y no es el Diablo sobre Ruedas)

La cabeza me da vueltas, no hay lugar donde mirar que ofrezca refugio. Los ojos del resto – incomprensión y desidia a un tiempo - no entienden el infierno que me acompaña de copiloto. La radio distante, alta o baja, da igual, ya no la escucho, no puedo, su voz, lejana, grita a cada segundo, apagarla, encenderla, son excusas, la llama que me quema no se apaga con voces. La mañana, apenas desperezándose, me saluda a rayo limpio y su reflejo en el asfalto me ciega. La camisa está empapada y la espalda, rota de sudor, se pega al respaldo. Muevo el cuello, lentamente, abro los ojos en busca de un milagro escondido, y sólo veo murallas de hormigón que cercenan mi esperanza. El aire no llega a los pulmones, libero mi pecho de los botones que lo oprimen, intento respirar hondo y sólo puedo volver a cerrar los ojos y apretar los dientes para que un par de lágrimas no se escapen. El cinturón que la benemérita prescribe me ahoga y me tengo que deshacer de él, deseando creer en una esperanza vana que alimente mi deseo de no estar ahí, de pensar todo es una pesadilla, que ya ha pasado este purgatorio de alquitrán, que fue un mal sueño. Pero Morfeo no viajaba hoy en el asiento trasero. Después el cinturón, el otro, el que cada año aprieta más y oprime el estómago. Luego el botón del pantalón (que tantas veces estorba y hoy más que nunca) y con él la cremallera - ¡qué queda ya por liberar!. Desabrocho los últimos botones de la camisa, como intentando huir de una celda sin ventanas, y otro escalofrío lacera mi cuerpo semidesnudo. Las sienes, la nuca, empapadas de un torrente de sudor salado. Los ojos, sin rumbo, llorosos, dolientes, ausentes, perdidos en el reflejo del parabrisas y el enjambre de luces de freno y acelerones cortos. Las ventanas bajadas y la respiración entrecortada de un niño en crisis. El aire que entra pero no refresca ni evita esta sensación de asfixia , y la esperanza perdida, y las miradas atónitas de los zombies vecinos, y esa mueca de dolor ahogado, y esa lágrima que no cae, y ese dolor profundo, y esa tormenta tan honda, y esa incomprensión muda, y ese miedo helado, y esa sensación tan olvidada, y ese sentirte niño y anciano a un tiempo, y esa indefensión tan desnuda, y esa soledad tan de los solos…


Esta agonía sin fin, cruel y lenta,
Ese sudor helado de la cabeza al corazón,
Esa rabia estomacal inesperada y virulenta,
Fueron fruto de un inoportuno y traicionero apretón
Que sufrí, muy de mañana, atascado en la puta eme cuarenta.
(Epílogo: a ver si hacemos más salidas, Gallardón).



8/9/06

Dos orejas y rabo

Un mal presagio sobrevolaba Madrid en forma de nube negra (qué mejor telonero para el maestro) que descargó su ira en forma de tormenta de voz profunda hasta minutos antes de que Don Joaquín - los años no pasan el balde- pisara el escenario del Coso de Las Ventas. A primera vista los kilos que siempre le han faltado adornaban su cara. Una leve gravedad y un deje de tristeza – en palabras de la princesa Larrauri - matizaban la mirada canalla que acompaña cada gesto de Sabina.

Comenzó la velada de la forma más extraña posible, con “Aves de Paso” un recorrido por la biografía de las musas que han protagonizado las mejores historias de sus canciones. Le siguió “Ahora que” en la que Sabina golpeaba con un bastón y gesto de rabia el escenario a medida que llegaban las estrofas del estribillo (“Ahora que tengo un alma, que no tenía…”).

Incluso los que llevamos más de tres conciertos en Las Ventas acompañando a Sabina (medio aforo el primero y lleno hasta la bandera ayer) quedamos sorprendidos por dos hechos: no hubo introducción durante la salida al escenario y las dos canciones que abrieron su repertorio. Aun más sorprendidos nos quedamos cuando al filo de 1.15 AM salíamos de Las Ventas tras dos horas cuarenta y cinco minutos ininterrumpidos de música. Sólo cedió el testigo en tres temas interpretados por su banda “Esta boca es mía” en versión rockera que no tuvo mucho éxito, un homenaje a Alarma y Manolo Tena con “Marylin Monroe” y una espectacular versión de “A la orilla de la chimenea” interpretada por Antonio Garcia de Diego a piano y voz que cautivó a toda la audiencia.

No faltaron las temas del tipo “Siete Crisantemos”, “El Hombre del Traje Gris” “Contigo” (dedicada a Martita) etc… . Hubo igualmente momentos intensísimos como la introducción de una de las más sinceras canciones que ha interpretado Sabina en los últimos tiempos y que relata desgarradoramente la angustia depresiva que pasó en los últimos tiempos fruto de la carencia de casi todo lo que le daba vida tras sufrir su “marichalazo” y que le hizo estar y sentirse más lejos que cerca de casi todo y casi todos. Decía Sabina que tras lloriquear una noche en el hombro de Luis García Montero, éste le entregó a la mañana siguiente una letra y le dijo “Cabrón, esto lo tenías que haber escrito tú”. Y así nació “Nube negra”. Heladora la sensación de contemplar a Sabina desgranando los versos de la canción en vivo, casi emocionado.

Y así pasaron 120 minutos con canciones como “Princesa”, “Y sin embargo”, “Yo me bajo en Atocha” (en palabras de Sabina, la sustituta natural de “Pongamos…”), “Una canción para la Magdalena” (comentario incluido de “menos mi madre y la hermana de Panchito, todas putas” que después de escuchar la canción es casi un piropo) “Ruido”, “Peor para el sol” y un largo etcétera con alguna concesión a tres temas de “Alivio de Luto”.


Y en ese momento se marcharon del escenario para una leve tregua a la que todos esperábamos que siguieran un par de temas…y cuál fue nuestra sorpresa cuando le siguieron…cuarenta y cinco minutos de música lenta y rápida con el mejor Sabina entregado al público: “Calle Melancolía”, “De purísima y oro”, “19 Días y 500 Noches”, “Pacto de Caballeros”, “Nos sobran los motivos”, “La del Pirata Cojo”, “Noches de Boda”, “Y nos dieron las Diez” (con la que cerró el concierto).

Pero si algo me rompió los esquemas fue la interpretación en esa segunda tanda de un tema que, si no me equivoco, no tocaba en Las Ventas desde el concierto con Viceversa: “Pongamos que hablo de Madrid” (con variante final incluida: “cuando la muerte venga a visitarme no me despiertes, déjame dormir, aquí he vivido, aquí quiero quedarme, pongamos que hablo de Madrid”).

Sabina comentó hace años que desde que publicó “Yo me bajo en Atocha” no tocaría más “Pongamos…” y esta vez tocó las dos. ¿Por qué después de tantos años? ¿Quizás le ha visto realmente las orejas al lobo y no quiere dejar más cosas para mañana?. ¿Su reencuentro con su ciudad al que tanto pánico le tenía a priori?. Sólo él lo sabrá. Yo pensé que nunca presenciaría este momento, pero sucedió.

En resumen, algo más gordito, más serio y menos lírico, con la voz rasgada de siempre pero entregado como un maletilla hambriento en Las Ventas nos dedicó un concierto que justifica la espera de seis años y como casi siempre el maestro se fue con dos orejas y rabo…y con “Pastillas para no soñar” sonando por la megafonía a medida que el público abandonaba la plaza…pues sigamos soñando con o sin pastillas.



Crónica de El País

26/7/06

Un cuento y Sinatra


No sé que extraña magia es capaz de unir el placer de degustar un libro (que va de más a menos, por qué no decirlo) donde el lector/a se puede encontrar a sí mismo en cada una de las esquinas del París de los cuatro personajes de la novela, junto con la música de La Voz, tan antigua como novísima, que pone banda sonora a una historia con tintes de cuento. Y conste que el matrimonio perfecto es la música con el libro, algo parecido al final de Lost in Translation junto al Psychocandy de The Jesus and Mary Chain. Hay libros que te dan pistas sobre la banda sonora que les debe acompañar, por ejemplo, Blankets y The Cure, Shangai Baby y Sonic Youth. En este caso no se debe hacer caso a Anna Gavalda en boca de su personaje principal, Camille, y su defensa a ultranza de Marvin Gaye. El cantante de la Motown no es capaz de acompañar este libro, aunque la historia que Camille nos relata sí que merezca la pena.


Y es un cuento, lo siento por quien no lo haya leído, que acaba bien, quizás por eso es más cuento que ningún otro.


El autobiográfico discurso de pedida (sí de pedida, no de despedida) de Philou acompañado por My Way....el final del cuento (sin tres ni cinco palabras) con Fly me to the Moon o, para acabar, el Epílogo sazonado (como haría Franck) de I've got you under my skin.


Hay quien se parará a pensar en unas tostadas maravillosas y le dará por llorar como una Magdalena en la piscina ante la atónita mirada de la concurrencia o quien, por el contario, se quede meditabundo acerca de si las hadas tienen sexo, o si tan solo existen en los libros. Un manual de supervivencia contra las adversidades (de todos los días), un bálsamo de esperanza (previsible a medida que avanza), una bocanada de aliento cuando faltan abrazos, un cuento de los que apetece regalar (y con seguridad de no equivocarse). Y con Sinatra....un cuento de hadas (con o sin sexo).Espero con desesperanza la película... :(

24/7/06

La Princesa y el Vagabundo

Las princesas de los cuentos tienen el pelo rubio y los ojos azules, pasean por palacios y sueñan con un Príncipe Azul. Pero eso sólo pasa en los cuentos.

Yo conozco pocas princesas, creo que alguna sí. Una de las que conozco - de las pocas o mejor dicho, la única - fue capaz de sacar a un vagabundo, que compartía conmigo muchas confidencias, de los lodos que lastraban su alma a la mediocridad para llevarlo a un universo de ilusiones. Pero una oscura bruja maquinó un horrible sortilegio: al conocer a la princesa dotó al vagabundo de ilusión y felicidad pero, como contraprestación, le arrebató el habla y lo sumió en silencio.

Como pasa en todos los cuentos, las historias se mezclan con otros cuentos, en este caso, el del patito feo. El pobre patito no sabía que no era ni feo ni patito, y no fue capaz de admirar su belleza sino cuando creció y el resto de patitos descubrieron lo bello que era. En nuestro caso la princesa piensa que es un patito. Pero lo peor es que el vagabundo, que sabe que la princesa no es patito sino un cisne, no se lo puede decir: se quedó mudo el día que la conoció.

Desde entonces el vagabundo sólo escribe, ya que no tiene voz, y anhela ver algún otro cisne para comprobar si recupera el habla y deshace así el sortilegio que anegó de silencio su existencia. Mientras eso ocurre se pregunta ¿qué mala bruja salida de qué oscuro cuento pudo maquinar tan macabro sortilegio, unir la ilusión a la incomunicación?. El pobre no sabe que es más común de lo que parece.

Y para no sufrir, cada vez que ve a la princesa, el vagabundo intenta convencerse de que se trata de un patito diferente, quizás más bello, quizás precioso, pero patito al fin y al cabo. Porque, de lo contrario, si acaso se atreviera a dejar de convencerse de que su cisne es un patito y mirara a la princesa con ojos de vagabundo, con los ojos del corazón, teme que volvería a nacer la ilusión en su alma... y un silencio mudo y sordo en el corazón, y ese, es mucho más difícil de curar que el de la garganta.

Pero cuando el vagabundo sueña, con los ojos cerrados y la voz callada, no tiene que inventar que la princesa es un patito, la ve cómo quién es, un cisne maravilloso, con toda su graciosa belleza en mitad del lago de su existencia rodeada de patos que no merecen la pena, incluso escucha su propia voz, callada hace tiempo, y, como el sol tras un chaparrón, al vagabundo le crece un arcoiris en el corazón.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

3/7/06

Barcelona no mola: Crónica The Who

Me encanta el barrio gótico, el ambiente de sus bares, el entramado de mosaico de sus calles, la modernidad y el espíritu europeo que se respira en cada rincón, la tradición de las Ramblas, la mezcla a masía y casita andaluza de sus taxistas. En fin, me hubiera encantado vivir en Barcelona en alguna etapa de mi vida (quizás todavía estoy a tiempo...).

Pero la semana pasada me decepcionó. Y es más, me decepcionaron los barceloneses y no tanto la ciudad que les hospeda. Una ciudad revisitada por Bruce tantas veces, debilidad de Pearl Jam y adorada por tantos iconos musicales....se ve privada del concierto de uno de los tres grupos de rock más importantes de la historia - me refiero a The Who - por el mero hecho de que...no vendieron entradas suficientes (3.000 Vs 10.000 previstas).

Ahora Barcelona no mola, ya no me creo la cultura musical de sus habitantes...si hasta para los decrépitos Eagles se vendieron 14.000 entradas.

El pasado 28 de Julio The Who dio un recital en el Palacio de los Deportes (con una acústica muy digna).Y para poner los dientes largos a los barceloneses ahí va la crónica de El País.

¡Ah!, y lo siento por los barceloneses, no molan nada, sin necesidad de Carod ni Estatut.
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¡Los chicos están perfectos!
Arrollador primer concierto de la banda británica The Who en España
SANTIAGO SEGUROLA - Madrid
EL PAÍS - Cultura - 28-07-2006


El cantante Roger Daltrey y el guitarrista Pete Townsend en el primer concierto de The Who en España. Los Who arrasaron en Madrid y demostraron lo intemporal de la música popular.



Los Who despejaron los prejuicios que se ciernen sobre las viejas estrellas del rock. Arrasaron en Madrid con un concierto que demuestra lo intemporal de la música popular. Todos sus himnos tuvieron la vitalidad de sus mejores días, la energía que convirtió al grupo en una referencia indispensable del estallido musical que se produjo en Inglaterra hace 40 años.


Por desconcertante que parezca, no fue la nostalgia lo que presidió un concierto de una potencia juvenil. Tampoco hubo autoparodia, tan habitual en las bandas que han consumido toda su energía. Lo que queda de los Who es mejor que la inmensa mayoría de los grupos que, en definitiva, son deudores de su inmenso legado. Desaparecidos Keith Moon y John Entwistle, podía esperarse una actuación estrictamente profesional y eficaz. No fue así. Al grupo también lo hicieron las acrobacias de Moon en la batería, su figura salvaje, alimentada por las drogas y la locura. Y es cierto que Entwistle sirvió como eje de equilibrio entre las apabullantes personalidades de Pete Townsend, Roger Daltrey y Moon. Sin embargo, el poderío de los Who reside en el liderazgo de Townsend y en la voz de Daltrey. Es una mezcla perfecta que mantiene lo esencial del rock: la credibilidad.


Alrededor de 10.000 personas se acercaron al Palacio de los Deportes. Todos entregados, por supuesto. El rock es tribal, y pocos grupos han tenido más adhesión que los Who. Por esa parte no había problemas. Un público heterogéneo, sin rango definido de edad, donde abundaba la estética mod entre los jóvenes y la emoción apenas contenida entre los mayores. La banda visitaba Madrid por primera vez y había algo de acontecimiento en la actuación. Es raro que un grupo con 45 años de existencia genere una sensación tan novedosa. Pero se trataba de los Who, cuyo mito se ha generado entre himnos indiscutibles del pop y conciertos memorables. ¿Qué disco puede competir con el impresionante álbum que recogió su actuación en Leeds? Por eso había un cierto temor: demasiada historia detrás, demasiados éxitos, demasiadas tragedias, demasiadas muertes. ¿Demasiados años? No.


No hubo lugar a dudas. Un escenario sobrio, con un gran telón a la espalda, recibió al grupo. Daltrey parecía un chaval. Pequeño, compacto como un peso medio, cabellera rizada y espesa, camiseta azul y jeans. Pronto se vio que su voz mantenía casi todos los registros que le hicieron una celebridad. Se lanzó a todo trapo con un repertorio de canciones inolvidables. Directo y a la mandíbula, Daltrey comenzó con I can?t explain y siguió The Seeker y una formidable recreación de Anyway, Anyhow, Anywhere. No hubo más. Los Who sonaban como un tiro. Las canciones surgían con naturalidad, dominadas por Pete Townsend, excepcional en la dirección del grupo. En la sombra, Pino Palladito manejaba el bajo con la facilidad que le ha acreditado entre los mejores profesionales de lo suyo. Zach Starkey, el hijo de Ringo, acompañó con elegancia, sin pretender ninguno de los excesos de Keith Moon. Estaba allí para otra cosa, para seguir a Townsend. John "Rabbit" Bendrick en los teclados y Steve Townsend en la guitarra rítmica confirmaron su conocimiento de los entresijos del grupo. El resultado fue emocionante en casi todos los momentos.


Se acreditó, sin sombra de duda, la consideración de Pete Townsend como uno de los músicos más inteligentes, brillantes y explosivos que ha alumbrado la escena inglesa. En magnífica forma, sin dejarse llevar por excesos triviales, Townsend conquistó inmediatamente al público. La incertidumbre dio paso a la sorpresa. Parecía increíble la energía que desplegaban los Who. Y en el caso de Towsend, su soberbio dominio aclaró que su valor como guitarrista no ha sido suficientemente apreciado. Si Daltrey parecía un chaval de aspecto y hasta de voz, Townsend entró como un ciclón de electricidad. Se manifestó instantáneamente la clase de comunicación que hace del rock algo imparable. No había pose. Simplemente estaba un grupo que entusiasmó a la gente con una actuación honesta, sin equívocos, con una demoledora descarga de música. Porque lo otro estaba hecho: las grandes canciones de los Who están entre las grandes de su tiempo. De todos los tiempos. Cuando arrancaron las primera notas de The kids are all right (Los muchachos están bien), ya no había remedio: era un conciertazo. Un tema de su próximo álbum -Mike Post Theme- fue recibido con frialdad y un punto de sorpresa. Pero no hubo bajón. El sintetizador comenzó a tintinear. Era el momento de Baba O'Riley. "Teenage wasteland, teenage wasteland", coreaba la gente. Daltrey y Townsend respondieron con grandeza. My generation desató el delirio, que alcanzó su momento cumbre en el feroz grito de Daltrey en Won?t get fooled again. El grito que resume el rock. El resto fue una apoteósica combinación de gran rock y una muchachada feliz. De eso tratan los buenos conciertos. No importa la edad si se vencen los prejuicios y no se vende mercancía averiada. Los Who arrasaron porque están como nunca.






8/6/06

Una noche con...

Hoy he visto una de esas películas que nacen de la casualidad y que dicen mucho más de lo que cuentan. La película me la regaló hace algo más de 6 meses una persona a la que me unen varios desencuentros, aunque cada vez que nos encontremos sea una primera vez. Pues bien, para no enrollarme, la película en cuestión se titula “Una noche con Sabrina Love”, es argentina, protagonizada por una madura Cecilia Roth (qué alegría de años cumplidos).

El argumento, no voy a desvelar nada, versa sobre la pérdida de la inocencia y los ideales forjados durante la adolescencia, el descubrimiento del sexo, las diferencias entre el ambiente rural y la gran ciudad, la homosexualidad, en fin, argumentos varios teñidos de road-movie.

Pero a lo que iba, la peli está plagada de pequeñas reflexiones, nada baratas por otro lado. En este caso el protagonista es hijo de un cristalero (principalemente dedicado a los espejos y las ventanas). Habla de cómo la gente antes apreciaba mirar a los espejos, descubrirse en ellos, mirar a través de las ventanas, descubrir el mundo a través de ellas y así, el trabajo de su padre era, nunca mejor decho, una ventana hacia el mundo. Pero con la llegada de la primera televisión a la provincia del interior donde vivían, la gente dejó de mirar por la ventana y, al contrario, empezó a interesarse en lo que esa caja tonta les ofrecía, dejaron de mirarse en los espejos para buscarse en los héroes de la televisión. Dejaron de ser ellos para empezar a ser lo que aparecía en la tele.

Esta reflexión nada baladí me invita a deprimirme, una vez más, por la vorágine mediática en la que vivimos, unos mejor , otros peor. El éxito cada vez más consiste en salir en un programa de prensa rosa, las humanidades (junto a la religión, esto depende de los gustos y creencias) en desuso – son los forjadores de valores al fin y al cabo – el consumismo como fuente de todo placer y casi como imperativo categórico (recordemos a Manolito en Mafalda) y un vacío cada vez más creciente en el alma de todos fruto de esta moral de hojalata, “debes ambicionar más, pero cuanto más tienes más quieres, y si no lo consigues, mayor es tu frustración, pero si lo consigues, más quieres…”.



Por supuesto, las respuestas a estos problemas, como diría Dylan, siguen en el aire, lo malo es que empezamos a no hacer preguntas. Por cierto también hay un pequeño apartado para este tema en la peli, aunque os la dejo al resto para que la disfrutéis. Y, por si no queda claro, Cecilia Roth sale impresionante.

18/5/06

El Reencuentro

Un día leí una novela gráfica - y digo un día porque realmente fue en un día - Blankets, de Craig Thompson. Me llevó al territorio virgen, ya olvidado, de las preguntas sin necesidad de respuesta, de la inocencia como libro de aprendizaje, de las verdades absolutas...aunque sólo duraran minutos. Esto es lo que salió. No tiene tiene importancia en sí, la tiene por el cómo y cuándo vio la luz.

EL REENCUENTRO

Inmóvil junto al altar, apenas se percató de las caras de admiración y los comentarios de los invitados al paso de la novia entre los bancos de la iglesia. Todos sus sentidos se concentraron en ella; su inmaculado rostro bajo el velo, sus manos envueltas en un enjambre de lirios y rosas, su andar gracioso sorteando los pliegues del traje y, como no, su mirada de azabache y miel acercándose al altar. Ya frente a ella, clavados los ojos en sus pupilas eternas, la garganta se le secó y una gota de sudor abandonó su cara para estrellarse estrepitosamente contra el mármol frío.

La camisa empapada se le pegaba a la espalda como una segunda piel. El bombeo constante de sangre sobre su sien le hizo sentirse momentáneamente mareado. Sacó un pañuelo y se enjuagó la cara al tiempo que, con un gesto de tranquilidad, le indicó a Joaquín, el padre de Laura, que todo iba bien. Le conocía desde que tenía siete años, el día en que Laura y él ingresaron en el colegio y los padres de ambos se conocieron a la entrada de la escuela del pueblo.

“Cuídame a mi hija” – le dijo Joaquín al entrar ambos por primera vez en el aula cogidos de la mano – “que es la única niña de este curso y además es una princesa”

Y desde entonces no hizo otra cosa que seguir al pie de la letra esas proféticas palabras. En realidad no conocía a ninguna princesa que se llamara Laura pero para él, desde entonces, cualquier lugar en que hubiera estado con ella era un pequeño reino. Desde ese primer día de colegio habían compartido casi todo lo que la vida les podía ofrecer y arrebatar: tardes de verano en la calle empedrada donde ambos vivían, noches invernales frente a la chimenea en casa de la abuela, carreras por los prados perseguidos por inofensivos terneros, nervios al verse descubiertos jugando a las tinieblas en el viejo y oscuro desván, y por descontado, la circunstancia que le hizo despertar de la niñez a una juventud precipitada: el cáncer que devoró a su padre en apenas tres meses cuando acababa de cumplir doce años. No tenía hermanos pero sí una madre atrapada en una terrible depresión de la nunca volvió a escapar y que convirtió su casa en una cárcel con platos sucios en la cocina, silencios frente a la tele apagada y pastillas para dormir.

A partir de entonces Laura ya no sólo fue su compañera de juegos. Se convirtió en su confidente y su apoyo. Consiguió devolverle la esperanza de sentirse vivo y le ayudó a descubrir una adolescencia que le invadía por horas y un amor imposible que crecía en su corazón.

Se preguntaba por qué entonces no le abrió su corazón por completo, por qué se reservó ese trocito de alma que pertenecía a Laura y que quizás hubiera impedido que ella decidiera ir a la capital a estudiar C.O.U. Cuando le comunicó su decisión, aturdido, le dio la enhorabuena, la estrechó entre sus brazos y le prometió escribirle como mínimo todas las semanas. Pero en su interior se abrió una zanja donde acampó el miedo.

Cuando Laura se marchó, con ella se fue, sin que lo sospechara, un amor tan intenso que le quemaba y le dejó con la única compañía del dolor de su ausencia y la más sorda de las soledades. Quizás todas estas razones o quizás ninguna de ellas le llevaron a abandonar el pueblo, sin previo aviso ni rumbo fijo, apenas una semana después de que Laura se marchara. Sólo dejó un par de cartas de despedida; una para su madre y otra para Laura.

La que dejó sobre la televisión de su casa decía: “Mamá, sabes que te sigo queriendo. Tú sigue buscando a papá en tu memoria que yo salgo en búsqueda de tu hijo. Te quiere, Jesús”.

La que apareció en el buzón de la casa de Laura decía así:

“Te has llevado contigo mucho más de lo que crees. Yo salgo a buscar si queda algo de mí fuera de aquí. Te quiere, Jesús. PD: No sé si podré escribirte todas las semanas, pero te prometo que pensaré en tí todos los días”.

Y como Jesús nunca mentía, así lo hizo durante los siguientes diez años, hasta que un día lluvioso de otoño, la casualidad llevó a Laura a montarse en un vagón de metro atestado de nervios, prisas y empujones, con gente chorreando y paraguas empapados. De hecho fue a ella a quien se le cayó el paraguas en el momento en que las puertas se cerraban. Como era de esperar, el paraguas quedó atrapado entre las puertas. Se agachó e intentó liberar el maldito paraguas de las fauces de la puerta neumática. Tras unos esfuerzos inútiles se levantó indignada para descubrir la cara de Jesús al otro lado de la ventanilla, en el andén. Apenas el metro comenzó a moverse con su paraguas atravesado como una banderilla no dudó en tirar de la palanca de emergencia provocando un parón seco y multitud de caídas y gritos. De una patada abrió la puerta y corrió los pocos metros que había avanzado su vagón para plantarse frente a Jesús.

Jesús, aun asustado por el chirriar de las ruedas tras el frenazo del tren apenas la reconoció cuando se paró frente a él. Pero sus ojos almendrados de color miel le transportaron a su pueblo natal, a un tiempo donde la belleza existía sin necesidad de adjetivos y la esperanza habitaba a cincuenta metros de su puerta. Tras un minuto de silencio, frente a frente, a Laura se le humedecieron los ojos y se abrazó a él como si fuera la única persona en el mundo mientras le susurraba al oído:

“¿Por qué nunca me dijiste nada, por qué nunca me has llamado?”

“Estabas muy dentro de mí. Mis palabras sólo podían hacerte daño” – respondió él mientras acariciaba ese pelo, todavía familiar, consciente de que una nueva brecha estaba a punto de abrirse en su alma.

Y ese fue el principio de su reencuentro. Caminaron hasta la cafetería más cercana y pasaron un par de horas charlando.

Jesús le contó cómo se enteró del fallecimiento de su madre y la incomprensión de los vecinos cuando apareció una semana más tarde del entierro. Él sólo llamaba por teléfono una vez a la semana porque su madre no quería coger el teléfono de su casa, así que aprovechaba la misa de 12.00 del domingo. El párroco de la iglesia, Don Pedro, era la única persona del pueblo a la que su madre obedecía. Los domingos la llevaba a la sacristía antes de la misa, momento que aprovechaba Jesús para llamar a la parroquia y hablar con ella. Ella nunca decía nada, sólo asentía y le mandaba besos cuando veía que Don Pedro entraba en la sacristía antes de comenzar la Misa. Él rompía a llorar tras cada llamada, salvo el domingo en que Don Pedro le comunicó que su madre no podría hablar con él ya que el lunes anterior había fallecido. Como Jesús nunca decía desde dónde llamaba no pudieron avisarle. Incluso se dirigieron al banco desde el que hacía las transferencias mensuales, pero no pudieron contactar con él. Llegó al pueblo dos días más tarde. Su madre llevaba siete días enterrada junto a su padre, aunque su corazón estaba enterrado hacía más de quince años. Tras visitar el cementerio se dirigió a su casa. Cerró puertas y ventanas, desenchufó el teléfono y le entregó las llaves al párroco para que utilizara la casa como refugio para necesitados. Dos semanas más tarde el párroco se instaló allí.

Laura le contó que sus padres la llamaron el mismo lunes del fallecimiento y que se presentó en el pueblo al día siguiente con la esperanza de verle en el entierro. Lo que más le dolió no fue la cara ausente de Ana, la madre de Jesús, en el féretro, no muy distinta de la que tenía los últimos años, o la decepción ante la ausencia de Jesús en el funeral, sino los comentarios de los vecinos acerca de su cruel comportamiento abandonando a su madre a ser enterrada por extraños.

Acabaron sus cafés y quedaron para verse una semana más tarde en el mismo sitio.

A medida que se aproximaba el día de la cita, las horas parecían alargarse interminablemente para ambos. La velada fue un acopio de confidencias e historias varias: el desembarco de Laura en la Universidad, su primer novio y la ilusión por explorar situaciones desconocidas hasta entonces, sus años de indecisión durante la carrera, los primeros trabajos que no duraron mucho, como los siguientes novios, y finalmente la relación plagada de dudas que mantenía con su pareja actual con la que compartía casa, cama, colchón… y una vida que crecía en su interior desde hacía apenas seis semanas y cuya existencia nadie, salvo Jesús y ella, conocía. Tras un par de cigarros y unas cuantas lágrimas también le contó, entre miradas nostálgicas, lo mucho que le había echado de menos y lo feliz que se sentía de volver a verle…todo lo que había imaginado de él, cómo recordaba los años pasados en el pueblo – sin duda los mejores de su vida - y lo perdida que se hallaba en su situación actual.

Tras intentar tranquilizarla y una vez conseguida la difícil empresa de arrancarle una sonrisa, Jesús comenzó a realizar un pequeño resumen de su historia reciente. Le relató las inolvidables experiencias que había tenido recorriendo mundo con la única compañía de su mochila, sus recuerdos y un par de fotos de quiénes fueron su familia y de Laura el día de su Primera Comunión. Le intentó transmitir la sensación de libertad de que gozó desde que abandonó el pueblo, y cómo cada día, cada noche, cumplió la promesa de acordarse de ella, no importaba dónde se encontrara o con quién estuviera acompañado. Y le contó, finalmente, como apenas tres años atrás descubrió su gran amor, un amor que le hizo abandonar la vida itinerante, cerró las fisuras de su alma y ahora, tras tantos años, le ofrecía algo de paz. Pero tampoco ahora le reveló la herida no cicatrizada que ella dejó en su corazón y que parecía volver a abrirse por momentos, a medida que hablaban.

Todo esto pensaba Jesús, frente a Laura, en la iglesia, tres meses después de su reencuentro, con un nudo en la garganta y el cuerpo empapado de sudor. Cerró por un momento los ojos y al abrirlos le pareció verla, de nuevo, con quince años y la mezcla de inocencia y madurez de su mirada adolescente.

“¿Estás mareado Jesús, te encuentras bien?”- preguntó Joaquín, mirándole con cara de preocupación.

Volviendo a la realidad, Jesús dirigió una mirada amable al padre de Laura y le dijo:

“Tranquilo Joaquín, he cuidado siempre de tu hija y este día no va a ser una excepción”.

Y mirando al resto de invitados comenzó a decir:

“Queridos hermanos, nos hemos reunido hoy, en la Casa del Señor, para celebrar la unión en Sagrado Matrimonio de nuestra hermana Laura y ….” ______________________________________________________________________________

Our thoughts together could sail all around the world
The words lose their meaning when you whisper the feelings just begin
Will you LOVE me ?
Don’t you hurt me?
My pretty girl I feel you near me
Can you hear me?
My little girl

Days of Love
Sexy Sadie
It’beautiful, it’s love

This is the sands of nowhere
Time gets longer
Quicksands that drowns me when I miss you

Hanging Lights
Sexy Sadie
It’beautiful, it’s love

25/4/06

Cuestión de Sexo

Ayer fui a ver Volver, de Pedro Almodóvar. Y salí convencido de que, en labios de Pe, "¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Pedroooooooo!!!!!!!!!!" hubiera soñado con ser un secundario en El Club de la Lucha. El "genio" de la Mancha tiene un verdadero problema que le cuelga entre las piernas. Se puede ser gay, afeminado, locaza, ligeramente amanerado o un marica de los de toda la vida. Pero en cualquiera de estos casos, se trata de personas que intentan disfrutar de su condición sexual y de su existencia buscando la felicidad como cualquier hijo de vecina, con más o menos problemas, unos derivados de su sexualidad y la mayoría provocados por la vida, como todo el mundo. A lo largo de mi vida he conocido bastantes gays (reconocidos, de los otros, a saber) y ,como en cualquier grupo social, he encontrado gente que me cae mejor y peor, más o menos virtuosos etc... . Pero nunca he visto una persona con más resentimiento por el género masculino que el laureado manchego. En su última película el único nexo que une a los dos personajes masculinos de la película con cierto calado en la trama (el hostelero no cuenta), es que tienen el dudoso honor de que ambos han intentado follarse a sus respectivas hijas, consiguiéndolo uno y, además, embarazando a su hija, y muriendo en el intento el otro. Esta es toda la aportación masculina a la película. Pedro, ¿tanto te molestan tus dos pelotas?. Comprendo que entiendas (nunca mejor dicho) la mentalidad femenina y que sepas despertar unos sentimientos profundísimos en las mujeres que te ven y te rodean (también en muchos hombres, y no necesariamente gays) pero, de verdad, no creo que ni las más rebuscadas féminas alberguen en su interior un odio tan brutal y ensañado contra los hombres, ni siquiera en esos pueblos de casas blancas y calles empedradas donde, posiblemente, se han dado las mayores aberraciones, mudas y sordas de cara al vecindario. Pero ni aun así es coherente tu planteamiento, ya que uno de los dos protagonistas vive en la gran ciudad (nos lo presentas borracho, viendo el fútbol, recién despedido de su trabajo y masturbándose junto a su mujer, en la cama, después de que ésta le manifieste que está cansada y no quiere participar de quehaceres conyugales).

Por todas estas razones Pedro, te invitaría a que vieras El Club de la Lucha (gracias otra vez JM), no sólo por la maravillosa canción que pone banda sonora a la última escena de la peli (Where is my mind, de los Pixies), o por la gran actuación de mi actor fetiche Edward Norton, o por Brad Pitt reinventándose a sí mismo, o por el atractivo siniestro de Helena Bonham Carter...sino porque verías tu sueño realizado: ¿sabes lo que ocurre en la película a los miembros de la sociedad secreta de El Club de la Lucha, con solo proclamar el secreto del proyecto Mayhem?. Muy simple, Pedro, a los chivatos de la sociedad secreta...les cortaban las pelotas. Por si te quedas con ganas de más o echas de menos algo, al final tienes un par de fotogramas de un gran rabo que puede traerte recuerdos de tiempos pretéritos cuando compartías los mismos atributos sexuales con el resto del pérfido universo masculino .

Por lo demás, Pe, aunque sobreactuando un pelín, no sale fina ni atractiva, en esta película está muy por encima de esas chorradas. En Volver, Penélope es una mezcla de belleza rústica y hermosura gitana, muy mujer desde el tacón al pelo sucio, de mirada cansada, sugerente, burlona, pícara y profunda; de gestos y poses primarias, como una hembra de sexualidad escondida a gritos. La pareja perfecta para el bueno de Jack si el cartero llamara dos veces en un pueblo de la Mancha (hasta Don Quijote se pensaría cortejar a Dulcinea si Raimunda - como se llama Pe en la peli - le echara una mirada al pasar junto a ella en alguno de los periplos caballerescos del hidalgo). En Volver a Pe sólo le sobra maquillaje. En Volver a Pe sólo le falta liberar el potro desbocado que habita el alma de Raimunda.

¡Ah!, la película me gustó , y mucho, una mezcla de ternura, tradición, magia, y tragedia de la España negra de ayer y de hoy, que acaba con un final inacabado. Una película de Pedro Almodóvar como persona y no como personaje...quizás por eso le pesan tanto las pelotas.


16/4/06

Una Semana (Santa) en tres días


Conclusiones post pascuales:

1) 72 horas, está comprobado. Ese es el tiempo máximo de cohabitación con mi disperso núcleo familiar sin agobios. A partir de ese momento se hace necesaria, por no decir imprescindible, una válvula de escape; más allá se expande un inmenso precipicio de incomodidad.

2) Es posible sobrevivir una Semana Santa en Andalucía sin ver estaciones de penitencia (más comunmente conocidas como procesiones). Respirar incienso por las calles atestadas de gente, deleitarse con el azahar en las esquinas y escuchar los chirridos de los neumáticos sobre las calzadas cubiertas de cera son otro cantar.

PD1: Si enciendes la tele no es posible ni la primera frase de este punto.

PD2: Me siento identificado, en mi relación con la Semana Santa, con el extracto de la contracubierta de Entre Fantasmas: de tanto ir a misa me volví ateo.

3) No acabo de comprender la razón que mueve a los periódicos a incluir en la edición del Sábado Santo la parrilla televisiva del Viernes Santo.

4) La única prensa seria y honesta de este país es El Jueves.

5) A Sigur Ros no se les puede escuchar en frío, sino "aliñao".

Vivencias pre-pascuales:

1) Me regalan por mi cumpleaños el último libro de Eduardo Mendoza (para redimirme del chasco que supuso El último trayecto de Horacio Dos) y descubro tras 150 páginas que no se trata de una nóvela cómica, como yo esperaba. Esto me ocurre por mi manía de no leer las sinopsis de libros ni de pelis. Pero, igualmente, comprendo que, como este señor escribe tan condenadamente bien - ya lo pude comprobar con El Año del Diluvio - el libro me engancha igualmente.

2) Quique González se sale en Ajuste de Cuentas, echo de menos el Rompeolas. Definitivamente es mucho mejor escucharlo que verlo... en Junio iré a verlo...y escucharlo.

3) Hay veces que un cómic no necesita ni siquiera viñetas: gracias JM por descubrirme 'From Hell'.


4) Odio rematadamente saber cómo va a acabar una peli tras ver veinte minutos. Kevin Smith, Ben Affleck -de joven y con KS- y Matt Damon son, a priori, un buen cartel. Pues bien, renuncio a una merecida siesta tras una noche de copas. Finalmente la peli acaba con el típico final que me imaginaba a los veinte minutos de empezar a verla. ¿Por qué no aprenden de Persiguiendo a Amy?. ¿Por qué no aprendo que es preferible dormirme una vez he visto los primeros veinte minutos de peli?.

5) La sequía se puede evitar: declaremos Viernes Santo unos 125 días al azar en el calendario y preparemos a los Cristos y Vírgenes para salir en procesión esos 125 días. Seguro que en más del 50% de las ocasiones lloverá. Ahora bien, ¿merece la pena aguantar a todos los plañideros y plañideras que se desgañitarán ante las puertas de las cofradías?. ¿Somos un país lo suficientemente maduro para ese golpe?. ¿Está nuestro sistema asistencial preparado para los colapsos que se pueden producir en las iglesias?. Sí, yo también creo que es preferible dejar las cosas como están. La sequía es mucho más soportable.

PS: Estas 72 horas de agridulce estancia en el Sur han tenido, al menos, un motivo por el que ha merecido la pena el viaje: un 'dejá vu' con jersey rojo y ojos tristes - especialmente esta vez - un milagro de alma honda y cuerpo frágil que dota de significado a la letra de "Te doy una canción" en labios de Silvio. Gracias otra vez. Me ayudas a descubrirme cuando te descubres.

11/4/06

Si Dostoievsky levantara la cabeza...

He visto últimamente tres películas que me han llamado poderosamente la atención y que, sin mencionarlo expresamente, tratan desde distintas perspectivas un tema que hace unos cuantos años fue magistralmente relatado en un libro asfixiante como es "Crimen y Castigo". Efectivamente el tema que tratan es la culpa, y las películas son Match Point, Magnolia y El Rey Pescador.

Desde luego, puestos a elegir una de las tres (que Scarlett perdone mi sinceridad) me quedaría con El Rey Pescador (inenarrables escenas de Jeff Bridges en la radio y con un Robin Williams decente en su papel de trastornado). En este caso la culpa no es atribuible directamente al locutor de radio personificado en Jeff Bridges, ya que la matanza que provoca el oyente de su programa es fruto de una perturbación mental previa pero, al mismo tiempo, es curioso como Bridges intenta redimirse de su culpa no sólo para salvar a Williams ofreciéndole un bálsamo para su dolor sino también para salvarse a sí mismo del pozo de alcohol en que se ha convertido su existencia. La redención como salvación, la culpa como excusa, muy cristiano el argumento.

En el caso de Magnolia, resulta curiosa la concatenación de personajes enlazados por sus vidas accidentales y por la responsabilidad de sus actos: el antiguo niño prodigio, tornado en ladrón tras ser despedido, culpable de haberse enamorado de un bello camarero - desencadenante de su desgracia; el padre del pequeño y nuevo niño prodigio, culpable de la utilización de su hijo en la TV; los conductores del programa, culpables de la manipulación de los niños en el programa; el productor del pograma, culpable de haber abandonado a su hijo (Tom Cruise espectacular como predicador y su respeto por la polla y culpable por mentir a la entrevistadora); el presentador del programa, culpable de haber abusado de su hija y que poco antes de morir, confiesa a su mujer que es culpable de haberla engañado; su hija, culpable a su vez de rechazar al bondadoso policía por su adicción a la coca; la maravillosa Srta. Moore, culpable de haberse casado por el dinero con su marido (de nuevo el productor del programa moribundo, padre de Cruise) y renunciando a toda su herencia por su complejo de culpabilidad...y todas estas tramas entrelazadas, ¿qué tienen en común?. Podría ser ese programa de TV con el que todos tienen alguna relación, la lluvia de sapos, o que, en el fondo, a todos les une que son culpables de algo. No hay remisión de la culpa, no hay redención, la culpa como elemento homogeneizador.

Y por último Match Point, si bien prefiero Delitos y Faltas (de nuevo perdona, adorable Scarlett), aquí la culpa es premeditada, el culpable lo es desde antes de cometer el delito ya que es consciente del mismo y lo planifica, sólo la suerte torna algo distinto el desenlace, hay delito, culpa pero no castigo. La asfixia previa a la acción (adiós Scarlett) no justifica la acción cometida: culpable de sus errores, antes y después, despejar la incógnita no significa resolver la ecuación, aunque al final salga bien.

Esta casuística de la culpabilidad tratada en El Rey Pescador, Magnolia y Match Point (distintas concepciones pero la culpa como nexo común) ya fue tratada de forma riquísima hace mucho tiempo por el maestro Don Fiodor y quizás de forma mucho más dramática que en cualquiera de las tres películas comentadas. Pero no es algo que quede en el pasado y que necesitemos ver en una película para comprender. ¿Qué es común a la civilización cristiana sino el sentimiento de culpa?. Desde Adán y Eva, pasando por Caín y Abel, llegando hasta la traición de Judas y las negaciones de Simón Pedro, la acusación ante el Sanedrín y la exculpación de Poncio Pilatos (alias "El Palangana) hasta...nuestros días: ¿qué es lo primero que se debe hacer con un niño al nacer?. Limpiarlo de su culpa, de su mancha original, bautizarlo. Pobrecito, recién nacido, sin tiempo para actuar...y ya es culpable. En fin de qué nos vamos a sorprender en una película....